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13 de abril de 2013

Caminar, sentarte y observar

7 abril de 2014. Collados del Asón desde La Piluca


El otro dia alguien me dijo "lo que más me gusta es ir al monte, en el monte aprendes de todo, no tienes más que sentarte y mirar"
Vaya que si se aprende, en estos dos años de rutas no he hecho otra cosa que aprender y aun estoy en parvulitos.
Una de las mayores lecciones que aprendí es que el camino recto no siempre es el más corto, a veces tienes el objetivo tan cerca, tan al alcance de la mano que intentas tomar el primer atajo que te lleve directo a la meta. En muy pocas ocasiones se logra. La cara más bonita, la más atractiva de una montaña, suele ser la más agreste. Te muestra sus encantos y cuando crees que por fin puedes alcanzarla te das de morros con toda su inaccesibilidad. Te quedas a las puertas, chafado y sin fuerzas para continuar. Por el contrario, si resistes la tentación y continúas el camino, aunque por momentos parezca que te aleja del objetivo, y observas con atención, en algún lugar, más adelante aparece una senda que te lleva a lo que parece otra cara, quizá menos atractiva, pero mucho más fiable. Y poco a poco, con tesón, avanzas y subes, despacio y una vez arriba, te muestra toda su inmensidad. Ves su lado inaccesible y la locura que estabas a punto de cometer. Ves su otro lado, menos atractivo, más largo, más laborioso y te sientes orgulloso de cada paso que has dado y descubres las maravillas que escondía detrás, porque a menudo, justo ahi, es donde se encontraba el punto más alto, la verdadera cima y entonces te das cuenta de la pequeñez de esa otra falsa cara que tanto te atraía y casi te lleva a cometer una estupidez.
¿Como la vida misma? NO. Naturaleza viva.