Medicina alternativa. Conociendo mi tierra, la tierruca, ruteando por Cantabria. Aire, mi medicina alternativa. Cuando la rutina "ahoga" y sientes ganas de huir. Andar...andar, el mar, la mar, la montaña, el río, el monte...el paisaje. La tranquilidad y el sonido del silencio. Escapar del mundanal ruido, disfrutar del paisaje, admirar los caprichos de la naturaleza. Un lujo para los sentidos. Medicina para el cuerpo y para la mente. Lugares pensados para no pensar.
Vistas de página en total
21 de enero de 2025
SIEMPRE HACE FALTA MÁS DE UNA VEZ
5 de enero de 2025
MIEDO, PELIGRO, SITUACIONES AL LÍMITE
Hace poco, no recuerdo por qué, vino a mi mente un episodio que viví hace unos años,
y recordé que hubo más.
Cuando hablo de mis montañas, hablo de vida, aire, de lo bien que me siento en ellas,
y de todo lo que me dan.
Hoy quiero hablar de otras cosas. Del peligro. Del miedo. De que no todo es fácil,
y que la vida sólo hay que vivirla, nada más..
Cinco episodios muy reales:
El perro salvaje
Una ruta, allá por el 2016, un lugar conocido por el que habíamos pasado varias veces. En Soba (Cantabria), más concretamente la pista que sube desde el pueblo de Astrana hacia las montañas, al Mazo Grande, al Mazo Chico, a la Sierra de Hornijo, al Hoyo Masayo...
No recuerdo qué ruta habíamos hecho ese día. Bajábamos tranquilamente de vuelta al coche, charlando y riendo, cuando al hacer un movimiento con la cabeza me pareció ver algo raro detrás. Me volví y por un momento el miedo me paralizó. Era un perro, el perro más raro y feo que había visto en mi vida. Espeluznante. Nos seguía. Su andar era muy sigiloso, como tratando de no hacer ruido para no ser advertido. Su cola hacia arriba, tiesa y en vertical. Su mirada... extraña. Al mirarlo se paraba o aflojaba la marcha y cuando continuábamos nos seguía, con la misma actitud. Creo que estaba esperando el momento propicio para atacar.
Por suerte, ese día no subimos andando desde Astrana sino que habíamos dejado el coche un poco más arriba, en una curva de la pista. La palabra exacta es "acojonados", así bajamos los metros que nos separaban del coche. Deprisa, pero sin correr. Procurando no hacer movimientos que provocaran una reacción en nuestro perseguidor. Girándonos cada dos pasos para hacerle ver que sabíamos que estaba ahí y para comprobar que no hubiera acortado la distancia que nos separaba. Miedo. Mucho miedo. Haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma y agarrando con fuerza nuestros palos de ruta por si fueran necesarios para defendernos.
El alivio que sentimos al llegar al coche y meternos corriendo es indescriptible. Cuando cerramos las puertas, el perro giró en un cruce y desapareció en el monte al instante. Recordamos entonces haber leído en la prensa algo sobre unos perros salvajes que habían atacado al ganado en Soba. Lo que nunca hubiéramos imaginado es encontrarnos con uno de esa manera.
Nos estaba acechando, esperaba el momento propicio para atacarnos. Su actitud, sus movimientos, no nos dejaron ninguna duda.
Creo que tardamos mucho tiempo en volver a hacer una ruta por esa zona.
El oso
Junio del 2019. Salimos de Espinama para subir a los puertos de Áliva. Siempre hemos subido por la pista que pasa por los invernales de Igüedri, la idea esta vez era evitar el polvo que levantan los todoterreno que suben al refugio yendo por una pista forestal que hay más a la derecha hasta la Horcada del Acebal y luego al Boquerón.
Se trata de una pista mucho menos transitada. Íbamos muy tranquilos, solos, ni personas ni todoterrenos. De repente oí un ruido en la maleza, ramas triscando, sonaba más abajo de la pista, en el hoyo. "Ahí hay algo, algún animal" pensé, y abrí la boca para decírselo a mi compañero, pero no dio tiempo a que ninguna palabra saliera de ella... Al momento, lo que estaba abajo, a cierta distancia, estaba arriba, en el borde de la pista, separado tan sólo por unos matorrales. Mi amigo también lo había oído y apretó la marcha. Yo me quedé mirando y vi como un enorme cuerpo pasaba a escasos centímetros de él por el borde. Sonaron unos gruñidos cuando pasaba. Seguido oímos el estruendo arroyando la vegetación mientras se alejaba monte abajo. Mi curiosidad me hizo volver sobre mis pasos hasta la parte despejada para ver qué clase de animal nos había pasado rozando... Recuerdo esos ojitos redondos mirándome desde abajo, y sus orejas, pequeñas..., me di la vuelta rápidamente y dije "vamos, sigue". Mi amigo preguntó: "¿qué has visto?" "No lo sé" fue mi respuesta "No te pares, sigue". No era un lobo, ni un jabalí. Mi mente estaba confusa porque era algo que mis ojos no habían visto cara a cara nunca. Tiramos para adelante con el miedo en el cuerpo durante todo el recorrido de la pista por el bosque, con el objetivo de llegar arriba, fuera del bosque, a la zona despejada. El animal, los animales, habían ido para abajo, así que la idea de regresar a Espinama por donde habíamos venido quedaba descartada, lo más conveniente era seguir subiendo.
Una vez a salvo, mi mente empezó a razonar con más claridad. Eran dos, la osa y el osezno. Seguramente la osa estaba más abajo (y es el ruido que habíamos oído entre las ramas) y el osezno más cerca de la pista. Al oírnos, la osa corrió, en cuestión de segundos, a poner a salvo al pequeño, empujándolo hacia abajo (ese enorme cuerpo que yo vi pasar). Al llegar abajo, (lo que yo vi desde la curva), fue la cara curiosa del cachorro, mirando hacia arriba para ver de qué peligro le estaba apartando su madre. Creo recordar haber visto otro cuerpo más grande por detrás de esa carita que me miraba con curiosidad, solo que el contacto directo con su mirada me bloqueó.
Regresamos por la pista de los invernales de Igüedri.
Al llegar a casa busqué en internet fotos de oso pardo y nada más verlas lo tuve claro, eso fue exactamente lo que vi.
La vaca
Agosto del 2016. Era una pista amplia, limpia y despejada. Bajábamos de la montaña. Habíamos intentado el Pico Paraes desde Luriezo, nos habíamos metido en varios "fregaos" y acabamos subiendo a otro, el Tumbo creo. Cansados, pero contentos de haber salido de todos aquellos enredos y en el último tramo, sencillo y tranquilo, por la pista de vuelta al coche... el gran susto.
Había vacas dispersas por el monte, pastando a su aire. Lo normal. Y una, la rubia como yo digo, esas que parece que tienen un flequillo rizado entre los cuernos, estaba un poco más abajo en la pista, detrás de unos arbustos. Creo que la pillamos distraída, no nos había oído y se asustó al vernos.
Salió de detrás del arbusto, nos miró y ocurrió...bajó la cabeza y dirigió su embestida directa hacia mi. Me paré en seco, sin saber como reaccionar. Lo que pasó por mi mente fue: "qué manera mas absurda de morir". No me lo podía creer, sentí que era el final, mi cuerpo no aguantaría una embestida de aquella mole de más de 500 kg. Había subido una montaña, sin tropear, sin caerme, sin despeñarme, y ahora, bajando por una cómoda pista sin peligro...
Creo que lo di todo por perdido, dejé caer mis brazos y de mi boca salió un "Noooooo...". Ese gesto espontáneo me salvó la vida. Apenas medio metro entre su cabeza y mi cuerpo, mi gesto o mi grito de desesperación, la asustó. Giró en el último momento y se tiró monte abajo.
Nunca antes había sentido la muerte tan cerca.
El jabalí
Diciembre de 2016. Subimos desde Roza (Peñarrubia) al Collado de Llaves, continuamos por la pista que lleva al Sestón y pasamos de largo hasta una collada, desde allí bajamos por el otro lado del monte con el objetivo de acercarnos hasta el Tiolda (ese precioso pico de forma parecida al Urriellu que se ve desde el desfiladero de la Hermida). No queríamos subirle, es escalada y está fuera de nuestras posibilidades. Queríamos verlo de cerca, solo eso.
Al volver a subir hacia el collado, los senderos eran estrechos y la vegetación estaban muy alta, íbamos apartándola con las manos. Yo iba delante. Al llegar a un punto alto, cuando iba a apartar unas matas, me di de morros con un jabalí. "Casi nos besamos" como digo yo en bromas cada vez que lo recuerdo.
Había caza por la otra ladera del Sestón, y como es lógico, los jabalies habían huido a la otra. El bicho subía por un lado y yo por el opuesto. Nos encontramos en el punto más alto. Por suerte se asustó tanto como yo y los dos nos dimos la vuelta al instante. "¿Que has visto?" preguntaba mi compañero. "Un morro y un culo" literal, es lo que vi. Al mirar hacia el lado por donde huyó el jabalí, era como en esas películas donde se ve como se mueve la maleza de un lado a otro por el lugar donde va pasando el animal. Desapareció a escape, y nosotros hicimos lo propio, subiendo a toda velocidad hasta el collado y a la zona despejada.
Ha habido otros encuentros con jabalíes, pero ninguno tan cerca como aquel. Casi nos besamos los morros...
El lobo
Siempre los hay. Están en todas partes. Lo difícil es verlos. Pueden estar observándote todo el camino sin que tu llegues siquiera a intuir su presencia.
Abril de 2023. Montaña palentina. Subíamos a la Peña Cantoral desde Cantoral de la Peña, monte a través. No había un sendero propiamente definido. De claro en claro buscando la forma más sencilla de subir.
A media altura del bosque, al levantar la cabeza lo vimos. Pocos metros por delante de nosotros, parado, mirándonos. Unos segundos y desapareció. No es lo mismo saber que está que verlo.
¿y si no está solo? ¿y si aparece el resto de la manada? ¿y si tienen hambre? Peligro. Miedo. No paramos de mirar a todos lados mientras subíamos. Buscamos el borde de un barranco, más alejados del bosque donde el terreno era un poco más complicado de subir pero más despejado de vegetación. Llegar a la zona de piedra cuanto antes, lejos del bosque. Ni qué decir tiene que lo tuvimos claro: la vuelta por otro lado, aunque fuera más largo, por allí no íbamos a volver a bajar.
Y es lo que hay...