22 agosto 2024
Ibón del Cau. Pirineo aragonés
No la más alta, pero sí tal vez una de las más duras.
1.284 metros de desnivel en tan solo 7 kilómetros. (y otro tanto de vuelta)
Pero no son las cifras las que califican realmente la dureza de una ruta.
En la montaña, como en la vida, existen otros factores a tener en cuenta.
Recuerdo aquel día. Hacía calor, mucho calor, in crescendo a medida que avanzaban las horas. La primera parte fue bastante llevadera (a la ida), después de una primera subida se podría decir que el camino era casi llano mientras atravesábamos ese barranco que se iba haciendo cada vez más largo por la impaciencia en cada curva de vernos más cerca nuestro objetivo.
Luego llegaron los cruces del río
y más barranco y más bosque
y más cruce del río
y parecía que ya, pero no se acababa...
Y por fin llegamos al pie de la última montaña. Allí comenzaba el verdadero barranco, y las pedreras. Y allí se concentraba la mayor parte del desnivel. todo de golpe.
¿Cuántas veces pensé "hasta aquí"? más de una, y de dos, y de tres...Y así se lo expresé a mi compañero: "si no me he parado ya es porque no tiene sentido quedarse en el medio de ninguna parte"
¿todo el camino andado para nada?
¿todo ese esfuerzo sin su recompensa?
¿quedarnos allí abajo encajonados?
necesitaba llegar más arriba
necesitaba volver la vista para ver...
Era el tercer día consecutivo de ruta. El primero hicimos nuestro primer tres mil, el Pico Robiñera desde la Borda Brunet, con un desnivel positivo de 1.400. El segundo, algo más suave, el Puerto Viejo, La Punta Agulleta y Punta Forqueta con otra cima intermedia, y Puerto de la Forqueta, desde el túnel de Bielsa (unos mil metros de desnivel total acumulado).
El calor. La sed. El cansancio de los dos días anteriores que iban haciendo mella... y aquel sube y sube que parecía no tener final...
Un poco más...
siempre se puede un poco más.
Saqué fuerzas y me dije:
"hasta allí"
con eso me conformo
Ver el collado tan cerca me animó. No me importaba no llegar al ibón. Lo que veían mis ojos me bastaba. Ahora sí. Mi decisión estaba tomada, llegaría a aquel collado, me dejaría caer en la hierba a la sombra de un árbol y le diría a mi compañero: "ve tú hasta el ibón, yo te espero aquí"
Claro que...
lo que yo no sabía
es que al llegar al collado
no había una sola sombra
que me cobijara...
Y así, pasito a pasito, por la extensa pradera, con algún sube y baja, no quedó otra que llegar hasta el borde del agua. Y ese es el momento en el que todos los males se espantan. Descalzarse, refrescar los pies en el agua, sentarse a dar cuenta del bocata, mirar, ver, sentir, disfrutar el momento, y... si no fuera porque había que hacer todo el camino de vuelta...qué penita, con las fuerzas renovadas, no seguir más arriba, y subir alguna de esas montañas...
Valía la pena.
El cansancio se evapora
cuando obtienes la recompensa.
La vuelta fue dura, sobre todo al final. A pesar de ir siempre bien provistos de agua, hacía mucho calor y tuvimos que reponer agua en alguna cascada. Creo que es la primera vez que me quemo los labios. Se resecaron del calor y tardaron una semana en curarse. Bajamos las pedreras sin problema tras el descanso y lo que al principio pareció un casi llaneo inocente, ahora se nos presentaba como un interminable sube y baja lleno de curvas que no acababan... Mis fuerzas flaqueaban y mis pies parecían pedirse permiso el uno al otro para seguir. Nunca fue tan lento mi tramo final...
Y, sin embargo...
Lo tuvimos claro,
el premio del Robiñera
si al bajar del Robiñera nos auto-premiamos con un bocata y un mojito...
hoy tocaba una cena como dios manda
y otro mojito.
Y por extraño que parezca... dormimos a pata suelta, sin un dolor, ni una agujeta al día siguiente. Sólo con la alegría de todo lo vivido.
a veces me da un "bajón",
la vida es más dura que las montañas,
es entonces cuando abro mis carpetas
y encuentro en ellas la fuerza que necesito
Subir para bajar.
Bajar para subir.