Aun recuerdo cuando empecé a hacer rutas con mi chico, siempre tiraba pal monte.. y yo me decía... "pero no habrá sitios donde ir que no haya que subir tanto?"
¿Quien me lo iba a decir? que después de tres años no sé vivir sin las montañas.
A veces pienso que mi vida siempre ha sido un continuo subir y bajar montañas. Luchas duro por lo que más quieres, tropiezas..caes..te levantas..y sigues luchando por salir adelante. Con esfuerzo vas logrando superar los obstáculos y llegas. Ese momento breve, donde te sientes orgulloso de ti mismo, ese efímero placer por el que vale la pena el esfuerzo. Pero nunca hay cima en la que se pueda permanecer largo tiempo...es entonces cuando aparecen las inclemencias del tiempo, las circunstancias que te obligan a descender de nuevo. Y caes...no en picado, bajas de la nube..empujón a empujón..luchando nuevamente por mantenerte en pie. Por evitar los tropezones, por esquivar las zancadillas que te va poniendo la vida.
A menudo, en esa montaña de la vida, subes solo, sin una mano que te ayude a subir. Arriba ya no estás solo, con tus pasos has abierto un camino por el que otros suben sin enredarse en la maleza, a tu sombra...cómoda y fácilmente para alli arriba compartir tu cima. Hasta que la hacen suya propia y te desplazan hasta el borde...empujándote a bajar...echándote de alli. A veces suave y disimuladamente..otras de un empujón. Y vuelves a bajar solo, mirando hacia atrás y preguntándote miles de cosas. Deseando llegar abajo y prometiéndote que nunca más intentarás volver a subir.
Sin embargo la montaña es vida, es fueza, es sabiduría. Ahora subo otras montañas, las de la vida me dejaron mucho sinsabor. Ya no subo montañas sola, siempre cuento con alguna mano, manos para dar y para recibir. Abrimos senderos juntos. Nadie llega donde otro no pueda llegar. Nadie se queda atrás. Aprendemos juntos, nos superamos, nos ayudamos, nos damos confianza y apoyo. En la cima hay sitio para todos y la bajada es el compendio de la sabiduría aprendida. Cuando llegamos abajo, miramos atrás con satisfacción.."ahi hemos estado, somos afortunados". La montaña nos ha dejado subir y nos ha obsequiado con toda su grandeza.
Desde que subo esas montañas, la montaña de la vida no es más que un simulacro de feria donde lo único que se puede hacer es aceptar el papel que te ha tocado jugar, ponerse a la cola y esperar.
La montaña me ha dado fuerza, me ha enseñado aun más sobre la paciencia, me ha mostrado la diferencia entre lo vacío y lo importante. Me ha obsequiado con grandes momentos, con placeres para los sentidos y con claridad para la mente.
Ya no subo montañas...formo parte de esas montañas y la montaña forma parte de mi...
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por poner una al azar...en Peñasagra, 27 de julio de 2013
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